Continuamente el conflicto de intereses privados, el avasallante mercado devorador de almas, aliena y obstaculiza el proceso libertador de la conciencia y desarrollo del ser. ¿Dónde queda la ética e incluso la estética? La estética se encuentra encapsulada, porque en los medios constantemente encontramos la definición, válida o no valida, de lo que es bello, también denominado como tendencias que directa o indirectamente coaccionan las percepciones y la libre expresión de los individuos, logrando así la homogeneización y la conformación del pensamiento masivo.
La estética hoy por hoy no representa los sentimientos más puros e íntimos del ser, la posmodernidad, la globalización y otros factores de este mundo que se (des) conecta y que a este mismo ritmo se incomunica, ha devaluado y permeado este concepto.
El sistema limita la felicidad, se deja de ser felices de lado por cumplir no las responsabilidades, sino las obligaciones mecánicas y robotizadas de cada día. En muchos momentos de cada individuo, generalmente se experimentan situaciones donde los deberes, entendidos desde los principios más arraigados de la persona humana, y el compromiso consigo mismo se ve seriamente amenazado por “el tener que hacer” que exige el mundo actual.
Lo económico se ha impuesto como factor determinante en el libre albedrío, por este factor cada vez más limitado. Vender es la ley, el vivir se declina por el sobrevivir o supervivir en un mundo cada vez más mezquino. Retomando letras del canta-autor guatemalteco Ricardo Arjona: "...y nuestra libertad no es otra cosa que una ramera...".
Los medios están llamados a fomentar la educación, el libre pensamiento y la individualización de criterio, brindando la posibilidad de la escogencia, el cuestionamiento y la duda, mostrando el escape o salida a la mente sin ataduras y restricciones impuestas.
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